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(F/m, incesto)

-¡Sigue, cariño! ¡Sigue! ¡No pares! -gritaba mi madre mientras la penetraba.

   Mi duro pene estaba entrando y saliendo de su húmedo coño rápidamente. Los dos estábamos en la cocina, ella a cuatro patas y semivestida y yo con los pantalones bajados por la mitad de los muslos.

   Mi padre estaba al llegar, pero mi madre necesitaba un poco de sexo antes de que él llegara. El hecho de estar arriesgándose a ser sorprendida follando con su propio hijo le daba tal morbo que se corría repetidas veces.
   Los dos habíamos estado follando desde hacía unos meses. Yo siempre la espiaba para verle algo cuando salía del baño o se vestía en su cuarto y un día ella se presentó en mi habitación desnuda y me dijo que le metiera mi pene en su peludo conejo. El hecho de que yo tuviera quince años no la amedrentaba nada y le encantaba que me corriera en su vagina sin usar preservativos. Yo sabía el riesgo que corríamos, pero ella decía que se estaba tomando la píldora.

   Mientras veía mi duro pene deslizarse en el espeso bosque negro de mi madre, pensaba en lo que estábamos haciendo. Mucha gente, si no el 99%, consideraría aborrecible lo que estaba sucediendo en aquella cocina, pero mi madre no podía contenerse y tenía unas necesidades sexuales demasiado urgentes.

-¡Córrete rápido, cariño, que papá estará al llegar! -me decía.

   Yo aceleré el ritmo y, en vista de que ella ya había llegado al orgasmo, me corrí en su caliente agujero. Saqué mi verga despacio de su coño y restregué mi glande por sus pelos para limpiarme un poco. Luego me levanté y me subí los pantalones mientras mi madre se subía las bragas y se bajaba la falda. Había sido un polvo rápido, pero mi madre no podía esperar cuando yo llegaba del instituto, generalmente quince minutos antes que mi padre.

-Cariño, creo que papá se va luego a la oficina otra vez a arreglar unos papeles, así que seguimos más tarde. Estoy muy cachonda hoy y quiero follar otra vez -me dijo.

-Vale. ¿Pero es que tú y papá ya no lo hacéis?

-De vez en cuando, pero no me gusta como lo hace, y además a mí lo que me gusta es follar contigo, que eres mi niño y te quiero más que a él.

   No tuve tiempo de responder, ya que en ese momento sonó la puerta y mi padre entró  en casa. Nos dijo que se tenía que ir media hora después, ya que tenía mucho trabajo en la oficina y que sólo venía a comer y a coger unos papeles que necesitaba.

   Comimos los tres juntos y mi padre se fue rápidamente dejándonos a mí y a mi madre solos. Ella me sonrió y me dijo:

-Esperaremos un cuarto de hora no vaya a ser que se le haya olvidado algo. Mientras podemos irnos al sofá del salón a sobarnos un poco.

-Vale.

   Los dos nos sentamos en el cómodo sofá muy pegados. Mi madre empezó a tocarme el pecho y la entrepierna mientras yo me quedaba quieto. Luego empecé a tocarle las tetas, que eran muy grandes y no demasiado firmes. Eso era normal al tener ella cuarenta años y estar bastante rellenita, con un amplio culo reflejo de sus amplias caderas. Le miré el pelo y pensé en lo bonito que lo tenía, teñido en castaño rojizo y sin llegar al final del cuello.

   Mi madre seguía magreándome el pene a través del pantalón mientras yo sobaba sus grandes y blandas tetas. Estaba claro que no íbamos a aguantar mucho y que necesitábamos follar urgentemente. Mi madre no se lo pensó dos veces y se puso de pie. Se bajó las bragas y las tiró al suelo. Luego se subió la falda mientras yo me desabrochaba los pantalones y me los bajaba hasta los tobillos. Mi pene de quince centímetros ya estaba totalmente erecto y apuntaba con fuerza hacia arriba.

   Mi madre se sentó a horcajadas sobre él y los dos comenzamos una nueva unión incestuosa. Los fluidos de mi excitada madre chorreaban a lo largo de mi duro pene cayendo sobre mis duros testículos. Ella se movía de atrás hacia delante mientras mi pene se hundía totalmente en su maternal profundidad. Sus abundantes pelos púbicos, cortados de forma triangular y ordenada, estaban en contacto con los míos, provocándome un extraño y agradable cosquilleo.

   Cuando los dos hubimos llegado al clímax, nos volvimos a vestir y nos sentamos en el sofá a besarnos en la boca durante un buen rato. Mi madre gozaba jugueteando con mi lengua y explorando cada rincón de mi boca. Le gustaban mis fluidos y estar en contacto físico conmigo. Necesitaba que penetrara su hambrienta vagina y que la regara con mi caliente esperma. Los dos nos necesitábamos mucho, más de lo que nos imaginábamos.

-Me ha encantado, cariño. . . -me dijo mientras acababa nuestro contacto bucal mordiéndome el labio inferior.

-A mí también. . .

-No sé cómo darte las gracias, mi amor. . . Me encanta hacerlo contigo y no quiero que lo dejemos.

-No pienso dejarte por nada en el mundo, mamá. . . Te quiero y me gusta estar dentro de ti. . .

-Sabes. . . Me gustaría haber conocido a alguien como tú cuando era joven. Como ya te he dicho otras veces, fui virgen al matrimonio y nunca he hecho el amor con ningún hombre aparte de tu padre. Él es demasiado egoísta y sólo piensa en su propia satisfacción, así que encima de haber esperado hasta los veinticuatro años, voy y me encuentro con semejante desastre en la cama. . . Por eso es por lo que me alegro tanto de que los dos lo hagamos.

-No tienes por qué preocuparte, mamá, yo te daré todo el gusto que quieras en el chocho para que estés bien.

  Mi madre sonrió y los dos nos abrazamos un rato. Luego mamá me dijo que quería que le pintase las uñas de sus pequeños y delicados pies. Estos siempre me habían puesto muy caliente y, una vez se los hube pintado, separé sus piernas y metí mi cabeza entre sus muslos. Sus bragas cubrían su poblado coño y yo me limité a oler su aroma de mujer durante un rato. Luego, ella se bajó las bragas y los dos copulamos de nuevo.

Sigue

lunes, marzo 11, 2013
Posted by skaidan2304
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(m/F, incesto)

"Un niño enmadrado: nueva traducción"
Originally written in English by Kevin C. Foltz
Translated into Spanish by Skaidan
NOTA: He aquí una nueva traducción de la primera (y mejor) historia de incesto entre una madre y un hijo que he leído. Ésta es la historia que me llevó a empezar a escribir relatos incestuosos, algo que, aunque a veces me produce cierto malestar de conciencia, me produce un gran placer.
Como sé que hay varios lectores que leen mis historias con mucho entusiasmo, quiero dedicarles a ellos, así como a todos, esta nueva y mejor traducción de la obra magistral de Kevin C. Foltz, un autor que por desgracia dejó de escribir hace ya mucho tiempo. Espero que la disfrutéis tanto como yo y que sepáis apreciar la intensidad que tiene este relato, que, a pesar de su brevedad, contiene un erotismo muy especial, del que carecen muchos relatos más largos.
Skaidan.

Las tormentas siempre asustaban mucho a Edward Adams. Incluso ahora, a la edad de doce años, se asustaba con los truenos y los repentinos destellos de luz de los relámpagos. En la oscuridad de su habitación parecían cobrar un aspecto aún más aterrador. Le avergonzaba admitirlo, pero necesitaba la cercanía de su madre. Ella lo calmaría con sus tranquilizadoras palabras y lo abrazaría hasta que se hubiera dormido o la tormenta hubiera pasado como siempre hacía.
Aquella noche no era diferente a ninguna otra noche de verano. Los relámpagos provocaban destellos y los truenos se sucedían con grandes estampidos que hacían que temblaran las ventanas mientras la tormenta desataba su furia en el campo alrededor. Un repentino e intenso destello lleno la habitación con el efecto del destello de una bombilla, congelándolo todo como en una fotografía. El trueno retumbó y Edward se encogió de miedo bajo las sábanas. Finalmente, se rindió y, saltando de la cama, corrió a la habitación de su madre.
Pasó a toda velocidad por el pasillo y prácticamente saltó sobre la gran cama de latón donde su madre, Helen, dormía. Había esperado que llegara antes y estaba satisfecha de que hubiera aguantado más de lo habitual. Esperaba que su miedo disminuyera a medida que se fuera haciendo mayor y éste era un indicio prometedor.

-No pasa nada, Eddy. Métete debajo de la ropa y acurrúcate. La tormenta pasará pronto, cielo -dijo Helen echando la ropa de cama para atrás para que se meteriera bajo ellas su asustado hijo.
-Lo siento, mamá. Lo he intentado, pero los relámpagos... -empezó a explicar, pero un nuevo destello y un estruendo lo interrumpieron.
Se acurrucó al lado de la espalda de su madre y se calmó como todos los niños asustados cuando su madre está cerca. Helen alargó la mano por encima de su cadera y le dio una palmada en el culo.
-Tranquilo, cariño. Te has portado bien, muy bien. Ahora intenta dormirte, ¿vale?
-Vale, mamá. Buenas noches.
-Buenas noches, Eddy.
Helen se acurrucó de nuevo en su almohada mientras la tormenta seguía fuera.
Al poco rato, tanto Edward como su madre estaban dormidos. Acurrucado junto a su madre, Edward dormía como un niño feliz. El cuerpo de su madre cerca es un calmante universal que todos los niños sienten y necesitan cuando están asustados o nerviosos. La apretó contra él mientras dormía, con un brazo por encima de uno de sus costados para rodearle la cintura.
Helen dormía profundamente y los sueños llenaban su mente dormida. Era de nuevo una niña y su novio estaba intentando tocarle las tetas. Era una buena chica y, aunque él le gustaba, le inquietaba dejarle llegar tan lejos. Su mano estaba casi sobre una teta cubierta por el sujetador. Ella podía sentir su miembro apretado contra su culo. Lo tenía duro. Hacía presión sobre su culo redondo. Involuntariamente, ella respondía empujando hacia atrás sobre su erección. Podía sentirlo metiéndose entre sus nalgas.
Se despertó helada. No podía moverse. ¿Estaba todavía soñando o despierta? Aún sentía una mano sobre una de sus tetas. La polla que había sentido en sus sueños estaba aún dura y ejercía presión entre sus nalgas. Helen estaba confusa. Si estaba aún soñando, ¿por qué se preguntaba si estaba despierta? Si estaba despierta, ¿por qué sentía todavía la mano sobre su teta y la polla entre sus nalgas? Muy extraño, ciertamente. A menos que...
Un repentino trueno la sacó de su estado de semiinconsciencia. Sólo había una respuesta posible: ¡Edward! Le dio vueltas la cabeza sólo de pensarlo, pero tenía que ser. Ahora estaba segura de que estaba despierta. Permaneció quieta, poniendo en orden sus pensamientos. Sí, había una mano sobre su teta y sí, una polla estaba rozando su culo. Podía sentir la familiar suavidad del algodón. Era una sensación que conocía muy bien.
La mano que estaba sobre su teta estaba caliente y la agarraba con suavidad. Apretaba con delicadeza el turgente montículo. Sus nalgas podían sentir la dureza de la polla cubierta por la tela que apretaba contra la raja de su culo. Notó que ella respondía apretándose contra la dura barra de carne. ¿Qué demonios estaba haciendo su hijo con una mano en una de sus tetas y empalmado? Se dio cuenta al instante de que estaba dormido. Roncaba suavemente sobre su cuello. Tenía que hacer algo.
La mano de Edward agarraba suavemente la teta de su madre mientras dormía. Al estar de costado, su pecho estaba al descubierto bajo su camisón. La mano de Edward se metió por debajo del camisón y agarró su teta desnuda. Helen contuvo la respiración. Los dedos de Edward acariciaban su pezón, que se puso empinado al instante ante aquellas agradables caricias.
El camisón que Helen llevaba puesto era corto y se le había ido subiendo al apretarse contra la polla de su hijo. Podía sentirla apretada contra su culo, metida en la raja. Edward se movió un poco mientras dormía y su polla erecta se metió por entre las nalgas. Lo intentaba, pero no podía dejar de menear las caderas sobre su polla. El pene cubierto por la tela de su hijo rozó la parte inferior de su coño. Helen dio un grito sofocado al sentirla ponerse junto a su sensible coño, apoyada contra sus labios.
Helen meneó su culo en círculos sobre la polla de su hijo. Entonces notó que éste cambió la postura de sus caderas. De nuevo la empujaba con su polla. Alargó la mano por detrás de ella y la metió entre los dos. Buscó la abertura de sus pantalones con los dedos y, al encontrarla, trató de retirar la tela. La verga erecta de su hijo salió de un brinco por la abertura y golpeó su coño desnudo y húmedo. Agarró la dura y cálida polla juvenil con su maternal mano y por un instante hizo algo que las madres no hacen con las pollas de sus hijos.
Hizo que su polla subiera por la raja de su culo y la colocó en la entrada de su coño. Edward seguía durmiendo, ajeno a las acciones de su madre. Helen tomó aire y, echando su culo hacia atrás, sintió su polla introducirse en su coño. La mano de Edward agarraba su teta con firmeza, apretándola son delicadeza mientras su madre empujaba su coño sobre su polla. Ella se estremeció al sentir la polla del niño entrando en su coño. Hacía mucho que ningún hombre no le había metido la polla.
Entre gemidos, Helen puso sus caderas sobre la polla de su hijo con unos meneos. Comenzó a arquear sus caderas hacia el chico, que dormía. Éstas empezaron a moverse lentamente mientras se follaba con la polla del niño dormido. Sintió cómo las paredes de su coño se ajustaban a su polla, agarrándola en una unión húmeda y resbalosa. Edward se movió un poco. Helen se detuvo con el rabo de su hijo hundido profundamente en su coño. Edward arremetió contra el culo de su madre.
Helen empezó a mover el culo al ritmo de los movimientos instintivos de su hijo dormido. Se movía hacia atrás cuando él embestía su vagina. Comenzó a apretarse más contra él. Sus caderas se movían con pequeñas y frecuentes sacudidas. Respiraba con dificultad mientras se concentraba en follarse a su hijo dormido. La cama empezó a moverse siguiendo el ritmo estable del coito. Helen sintió que la polla del chico se endurecía más. Se preguntó por primera vez si se podría correr. Se movió más rápido al pensarlo.
La mano de Edward se cerró con fuerza sobre el turgente globo mientras metía su polla profundamente en el coño de su madre. Helen aceleró el ritmo mientras comenzaba a golpear su culo contra su polla. La sentía latir mientras su coño bajaba y subía a lo largo de aquella invasora juvenil. Su clítoris palpitaba, así que alargó una mano para acariciar el duro órgano. Sus dedos se acoplaron al ritmo de sus caricias y empezó a sacar su coño de la polla del niño casi completamente para luego golpearlo de nuevo con su culo. Edward abrazaba con fuerza a su madre mientras ésta se lo follaba. La cama se movía y crujía con sus esfuerzos. Una y otra vez, deslizó su coño de arriba abajo por su polla. Se la hundía entera en su chocho y sus caderas se agitaban sobre el palpitar de la erección. Con unas pocas sacudidas, estuvo cerca del orgasmo. Golpeaba la polla de su hijo con su estrecho coño. Ésta empezó a palpitar intensamente dentro del túnel resbaladizo y caliente de su vagina.

Podía sentir su clímax en el centro de su coño. Mantuvo la polla profundamente dentro de ella y su vagina le dio masajes con movimientos ondulantes de sus músculos. Edward se aferró a ella con la polla hundida en su coño. Ella lo mantenía profundamente dentro y se daba algunas embestidas. Fue entonces cuando sintió que su polla daba una sacudida, dos, y el cuerpo de su hijo se puso rígido. Dejó escapar un grito sofocado al sentir que el niño lanzaba un chorro tras otro de cálido esperma en lo más profundo de su estrecho coño. Los dedos de Helen acariciaban su clítoris y su coño sujetaba la polla de su hijo como si lo hiciera un puño.
Brincando sobre su polla, sintió su corrida salpicar las paredes de su coño follador. El niño gimió y mantuvo su nabo dentro de ella. Helen continuó masajeando su polla con el coño mientras él disparaba un chorro detrás de otro de esperma de niño en el chocho de su madre. Helen se estremeció cuando un orgasmo se apoderó de ella. Sus caderas se movían de forma irregular sobre su polla dura como una piedra. El semen salía de su coño y chorreaba por su culo. Finalmente, se detuvo sin aliento. La polla de su hijo todavía estaba dura dentro de ella. Recordó que los chicos jóvenes pueden permanecer empalmados por algún tiempo incluso después de haberse corrido.
Un relámpago congeló la imagen de los dos, el niño aferrado a su madre y la mujer intentando recobrar el aliento con los dedos en su coño. Habría otra tormenta y otra noche. Helen tomó una nota mental para acordarse de escuchar la predicción del tiempo, sólo para estar segura.

Un niño enmadrado

lunes, marzo 11, 2013
Posted by skaidan2304
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(F/m, incesto)

Mi madre y yo llevábamos viviendo solos varios años. Mi padre la había dejado por una mujer más joven años atrás y ella había decidido no volver a casarse o vivir con ningún hombre. Se había resignado y ahora vivía en soledad conmigo, en un ático del centro de Madrid.

Ella, a sus treinta y ocho años, se conservaba muy bien físicamente. Medía algo más de metro sesenta, tenía pelo moreno que le llegaba por los hombros, la piel muy blanca y con muchos lunares pequeños y unas medidas (según ella dijo una vez) de 99-69-101. Sus pechos eran lo que más destacaba en su cuerpo, siendo turgentes y con gordos pezones, según había podido comprobar una vez que se puso una camiseta ajustada.

Solía pasar su tiempo libre cuidando de sus plantas, especialmente de sus bonsais, de los que tenía más de cincuenta. Cuando no cuidaba de sus plantas, leía o pintaba cuadros, sobre todo de las vistas que tenía de los tejados del centro de la ciudad.

Dinero no necesitábamos desde que tres años antes nos habían tocado una suma importante de dinero en la lotería y ahora nos dedicábamos a vivir la vida, disfrutando de algunos lujos.

Lo que el dinero no podía haberle comprado a mi madre era una persona que la quisiera y apreciase de verdad, al menos de su edad. Era feliz con su vida, pero sabía que había un tremendo vacío en su vida, un vacío que no era fácil rellenar. A pesar de sentirlo, no quería más hombres en su vida, ya que según ella nada más que le habían jugado malas pasadas y no le apetecía estar con ningún otro.

Mi vida era tan tranquila y sedentaria como la de mi madre. Nuestro ático era un refugio perfecto, amplio, lleno de plantas y arbustos e incluso con una pequeña fuente de mármol sucio. Era un lugar muy acogedor, con zonas en las que se podía estar resguardado de la lluvia cómodamente sentado en un sofá de esos que se balancean. Me gustaba tanto estar allí, que salía poco con mis amigos y me dedicaba a leer y cuidar de algunos bonsais que me gustaban especialmente.

A mis diecisiete años yo era un chico normal, al menos físicamente. Medía un metro ochenta, era delgado, moreno y con algunos musculos, aunque no muchos. Sólo había salido en una ocasión con una chica a los quince años, y ahora me había vuelto bastante tímido, o tal vez desinteresado. Por supuesto, tenía interés por el sexo, pero todo lo que conllevaba me abrumaba y prefería simplemente masturbarme, al menos de momento.

Yo era consciente de la falta de mi madre, de su falta de hombres y su necesidad de sexo. Suponía que necesitaba sexo, pero no me atrevía a sugerirle que buscara un hombre o alguien que la pudiera satisfacer, era ir demasiado lejos, aunque a veces hablábamos de cosas algo picantes.

Recuerdo una tarde en la que yo me había ido con un par de amigos al cine y se suponía que no iba a volver en tres horas. Después de la película no tuvimos ganas de tomarnos la hamburguesa que habíamos pensado tomarnos y nos volvimos a casa. Yo abrí con cuidado la puerta para no hacer mucho ruido y entré en casa. Anduve por el pasillo atraído por unos extraños sonidos y cuando llegué a la puerta del salón, que estaba entreabierta, mis sospechas se vieron confirmadas.

En la pantalla grande del salón mi madre estaba viendo una película pornográfica en la que en ese momento salía una mujer haciéndole una felación a un hombre. Cuando me fijé bien vi que mi madre estaba completamente desnuda mirando la tele y con las piernas hacia arriba. Supuse que estaba masturbándose y no quise arriesgarme a ser sorprendido, así que, alucinado, me fui a la calle otra vez con sigilo.

Me di un largo paseo de una hora por los alrededores. No podía quitarme de la mente la imagen de mi madre ante la pantalla con sus piernas hacia arriba. Lo que más me preocupaba es que aquello me había excitado mucho y deseaba haberla podido ver desnuda. Este "incidente" haría que a partir de entonces viera a mi madre como un objeto de deseo y que deseara verla desnuda y que ella me viera a mí.

Los días posteriores a aquella tarde fueron algo incómodos, pero luego me fui acostumbrando a la idea de que mi madre se masturbaba y todo volvió a la normalidad, aunque yo no pudiera quitarme de la cabeza la idea de verla desnuda.

Unas semanas después de aquello, mi madre, después de ver una película de terror, me pidió algo inusual, o que por lo menos lo había sido en los últimos dos o tres años. Quería que durmiese con ella en su cama de matrimonio, ya que tenía miedo de dormir sola. Yo no lo vi como una excusa, ya que ella había sido bastante miedosa anteriormente, así que los dos nos fuimos a la cama.

Yo me senté al borde la cama con un dilema. Normalmente yo dormía completamente desnudo, y sabía que mi madre también lo hacía, pero no sabía si aquella noche aquello tendría continuidad. La respuesta vino pronto cuando mi madre se quitó el camisón por arriba y se quedó sólo en bragas, enseñándome sus grandes y razonablemente firmes tetas de pezones gordos y areolas amplias y rojas. Sus exiguas bragas rojas apenas podían cubrir todo su vello púbico, y este asomaba por varios lugares.

Mi madre se sentó en el otro lado de la cama y se sentó con la espalda apoyada sobre el cabecero. Cogió un bote de pintura de uñas y me preguntó si me importaría pintarle las uñas de los pies con la pintura violeta. Yo por supuesto no me negué y abrí el bote. Mi madre abrió las piernas un poco mientras yo me colocaba a sus pies para pintarle las uñas.

Tenía unos pies muy delicados, pequeños y blancos con una forma muy sexy. Yo se los pinté despacio mientras ella mi miraba con sus piernas medio abiertas. La mancha negra de su vello púbico era perfectamente visible a través de la tela roja de sus bragas y una tremenda erección se hizo la protagonista de mi entrepierna.

Cuando hube terminado de pintarle las uñas, mi madre esperó unos minutos para meterse bajo las sábanas, cosa que yo ya había hecho, con mis pantalones de pijama puestos, unos minutos antes. Una vez bajo las sábanas, hizo un movimiento extraño, como para alcanzar algo, y se bajó las bragas tirándolas al suelo.

-Bueno, ya me he quitado las bragas -me dijo. ¿No te quitas tú los pantalones y los calzoncillos para dormir?

-Yo... Bueno, ¿te importaría... ?

-No ¿por qué me iba a importar?

-Pero es que...

-¿La tienes dura? -me preguntó mi madre sonriendo y dejándome alucinado.

-Pues... sí...

-Bueno, no te preocupes, es normal.

-Ah... -fue todo lo que puede decir.

Yo me quité lo que me quedaba por quitarme y lo tiré al suelo también. Hacía bastante frío para estar desnudos, pero a los dos nos encantaba dormir así y no íbamos a dejar de hacerlo incluso en enero y con nieve en la calle, así que nos acomodamos y poco a poco nos fuimos quedando dormidos.

Unas horas después yo me desperté y me llevé la sorpresa de estar acurrucado a mi madre desde atrás. Mi pene, erecto, estaba metido entre sus muslos y una de mis piernas por encima de las suyas. En ese momento, como si la fatalidad se hubiera cebado conmigo, mi madre se despertó y me encontró así.

-¿Qué estás haciendo, cariño? -me preguntó.

-Per-perdona, mamá... Acabo de despertarme y estaba así... Lo siento...

Mi madre encendió la luz de su mesilla de noche y abrió el cajó de la misma. De éste sacó un condón envuelto todavía en el plástico transparente en el que venía. Me lo puso en la mano y me dijo:

-Si quieres hacerlo, vamos a hacerlo...

-Pero...

-¿No es esto lo que quieres, cariño... ? ¿No quieres follar con mamá?

-Bueno...

-Pero, ¿es que es verdad eso de que te habías despertado así o era una excusa?

-No, era verdad...

-Oh, vaya, entonces me he pasado un poco... Perdona...

-Pero, mamá, yo quiero follar contigo...

-¿De verdad? -me preguntó con una sonrisa que volvía a dibujarse en su rostro. ¿Tienes ganas de meter la colita en el chocho calentito de mamá?

-Sí...

Mi madre se destapó y su poblada y negra vulva quedó al descubierto.

-Déjame que te vea la colita ahora, cariño... Deja que mamá te la vea dura...

Yo me destapé y mi pene de 18 cm quedó al descubierto también ante los hambrientos y asombrados ojos de mi madre. El glande estaba casi entero al descubierto. Mi madre se mordía el labio inferior lascivamente mientras me veía desnudo y erecto.

-¿Estás seguro de que quieres hacerlo conmigo, cariño? -me preguntó.

-Sí, si tu quieres, claro.

-Pues claro que quiero, amor mío, quiero que metas tu colita en mi agujerito, pero no sé si lo vas a hacer forzado o porque verdaderamente te gusto.

-Mamá, me gustas mucho, si no ¿por qué la tengo dura?

-Ven conmigo... -dijo mi madre con voz ronca.

Mi madre me arrastró hacia ella y me tumbó a su lado para luego sentarse a horcajadas sobre mi barriga, dejando mi pene entre sus nalgas por detrás. Acercó su cara a mí y me besó en los labios hundiendo su lengua en mi boca. Ese primer contacto bucal fue electrizante, pero después los dos exploramos lentamente nuestras bocas.

Cuando terminamos de besarnos, mi madre fue basando mi pecho y mi abdomen hasta llegar a mi duro pene. Sin pensárselo dos veces, pasó su lengua por encima de mi glande lamiendo mis líquidos preeyaculatorios. Luego se la metió en su boca y empezó a subir y a bajar su cabeza a lo largo de mi pene. Yo me moría de placer y me sentía cerca del orgasmo. En efecto, un minuto después de empezar, mi pene empezó a lanzar semen en la boca de mi madre, llenándosela de líquido blanco.

Mi madre seguía chupando y tragando hasta que mis espasmos acabaron y terminé de eyacular. Entonces sacó de su boca mi pene y se volvió a sentar sobre mi abdomen, con los pelos de su húmedo coño rozando mi sensible piel. Me volvió a besar mientras yo estrujaba sus grandes tetas y jugueteaba con sus gordos y erectos pezones. Una nueva erección se produjo y mi madre no se dio cuenta. Yo la aparté y la eché boca arriba a mi lado.

Me coloqué de rodillas entre sus piernas abiertas y acerqué mi duro falo a su húmeda raja llena de pelos aplastados por la humedad. Pasé lentamente mi glande por toda su raja, hundiéndolo ligeramente. Luego toqué lentamente su clítoris con él, describiendo círculos alrededor de éste. Más tarde, mi bálano penetró ligeramente su dilatada vagina, pero luego lo saqué. Metía sólo mi glande una y otra vez para atormentarla con el placer sin penetrarla del todo.

Por fin la penetré del todo, deslizando todo mi miembro a lo largo de su húmeda y excitada vagina, que inmediatamente se ajustó a él y lo mantuvo dentro mientras comenzaba a meterlo y sacarlo rítmicamente. Los gemidos de mi madre y el movimiento de sus tetas hicieron que me excitara más aún, pero la penetré lentamente mientras ella se acariciaba el clítoris.

De vez en cuando, el extremo de mi glande tocaba su cérvix y la hacía dar un respingo de dolor-placer. Mi pene seguía entrando y saliendo de la cálida y estrecha vagina de mi madre mientras sus tetas se balanceaban sobre su pecho. La humedad de su agujero hacía que la penetración fuera sumamente fácil a pesar de la estrechez. Yo gozaba sintiéndome dentro de ella, especialmente por el hecho de que era mi madre y los dos estábamos haciendo algo que el 99% de la gente consideraría abominable.

Mi madre empezó a estremecerse y a retorcerse en su primer orgasmo mientras yo me detenía sintiendo su vagina chupar mi pene. Luego continué penetrándola hasta que mi propio orgasmo tuvo lugar. Una inmensa cantidad de esperma llenó su maternal vagina y sólo entonces me di cuenta de que no había usado el condón. De todos modos ya no había solución y además no podía sacar mi miembro en ese momento de placer infinito dentro de mi madre.

Cuando acabé de correrme, saqué mi verga de su caliente chocho y la miré preocupado. Ella leyó mis pensamientos y me dijo:

-Tranquilo, me voy a tomar ahora una píldora poscoital, que hará que no me quede embarazada.

-Ah, menos mal... -dije yo

-¿Te ha gustado?

-Mucho, mamá... Me ha encantado... Tu chocho está muy calentito y mojadito...

-A mí también me ha gustado mucho... La tienes tan grande y dura...

-¿Lo haremos otra vez mañana?

-Espero que quieras...

-¡Pues claro que quiero... ! -exclamé.

-Entonces follaremos todos los días todas las veces que nos apetezca...

-Eres la mejor, mamá...

Mi madre sonrió y los dos nos volvimos a besar en la boca mientras mi semierecto pene entraba en contacto con su vello púbico.

La casa del ático

miércoles, marzo 06, 2013
Posted by skaidan2304
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m/FF, incesto

Volvía de arar nuestro campo. El sol se estaba poniendo y todo tenía un tono dorado y marrón. Había sido una dura jornada, pero estaba satisfecho de mí mismo, porque había cumplido con mi deber. Aunque tuviera que pasarme doce o catorce horas trabajando, al final del día mi trabajo se veía recompensado con la satisfacción del trabajador que ha hecho todo lo posible por que todo vaya bien.

Divisé nuestro caserío al poco rato. Nuestro campo era grande, o al menos lo era para mi gusto, ya que tenía veinte hectáreas. Nuestro caserío estaba detrás de un recodo que había bajo un barranco y tenía una hermosa vista del campo circundante. La vida allí era muy tranquila y relajante y yo, a pesar de haber vivido allí siempre, valoraba aquello y no quería emigrar a la ciudad, como otros hacían o pretendían hacer. Yo era feliz allí, sí, y no hubiera cambiado aquel caserío por nada en el mundo.

Vivía con mi madre, mi tía y mi hermana. Mi padre y mi tío habían muerto durante la guerra y mi madre y mi tía se habían quedado allí en casa, viudas, pero no acabadas. Sus vidas eran simples, se dedicaban a las tareas del hogar, a cultivar un huerto que nos daba fruta y hortalizas y a cuidar los animales que teníamos ( tres vacas, gallinas y pavos ). El trabajo era pesado también para ellas, pero los negocios nos iban muy bien, sobre todo teniendo en cuenta que la guerra había acabado sólo cinco años antes. La zona en la que vivíamos era muy segura y no había peligro de salteadores o bandoleros, de modo que vivíamos en paz a pesar de estar a más de dos kilómetros de la casa más cercana. Aquello nos daba una intimidad y un aislamiento que en nuestra comarca era muy apreciado. Claro está, aquel aislamiento también tenía sus inconvenientes. Por ejemplo, mi madre y mi tía no tenían posibilidades de rehacer sus vidas, aunque aquello, de todas formas, no estaba demasiado bien visto en nuestro entorno. Habían estado recluidas allí durante años y ya no les importaba. Yo no me daba mucha cuenta de aquello por el simple hecho de que lo llevaban muy bien y no parecían echar de menos la compañía de sus esposos pero, cuando llegué a una cierta edad, empecé a preguntarme cómo podrían vivir de aquella forma tan solitaria.

En mí, el ser solitario era algo innato. Casi toda mi vida ( al menos la vida en la que había tenido el suficiente uso de razón ) la había pasado entre aquellas colinas y sólo en contadas ocasiones iba en burro a comprar sacos de legumbres, sal, azúcar y cosas de ese tipo. Nunca había ido más allá del pueblo, pero tampoco lo había necesitado. Además, lo que había más allá del pueblo, y el pueblo en sí, lo asociaba con guerra y el sonido de disparos, así que había dsarrollado una especie de fobia. La suave brisa de los campos donde había nacido era lo que yo adoraba y la llegaba a añorar cuando permanecía en el pueblo durante dos o tres horas. Después, subía por el pedregoso camino que salía del pueblo y hacía el camino de dos horas que me conducía a casa. Siempre me llenaba de alegría al ver caserío, como aquel día en que volvía de trabajar la tierra.

Cuando llegué, mi tía estaba en el huerto de atrás cogiendo unos limones de nuestro limonero. Era el único árbol del que comíamos aparte del nogal y le teníamos mucho aprecio, porque era muy generoso con sus frutos. Mi tía se encargaba siempre de sus limones, ya que sentía una gran devoción, atribuyéndoles la curación de varios resfriados y catarros que había padecido. A mí me parecía creíble eso, pero a veces me parecía que exageraba con sus propiedades un poco.

Mi tía se llamaba Carmen y era una mujer de treinta y nueve años. Su cuerpo era el clásico cuerpo de una mujer madura entrada en carnes, aunque ella estaba bastante entrada en carnes ( sin llegar a la obesidad ). Tenía el aspecto de una ama de cría del pueblo que conocía de vista, con enormes pechos y un amplio trasero de esos que se suelen llamar "panderos". Era agradable de cara, aunque no llegaba a ser una belleza deslumbrante. Sus ojos eran marrón claro y medianos y su cutis blanco y con mejillas rosadas. Era una mujer que rezumaba salud; jamás caía enferma y no parecía cansarse nunca, aunque dormía profundamente cuando se dejaba caer sobre la cama, o al menos eso decía mi madre. Yo me llevaba muy bien con ella. En realidad, todos nos llevábamos bien los unos con los otros, quizá por el lugar en el que vivíamos.

-Has trabajado mucho, Ignacio... ¿Cómo está aquello? -me preguntó la tía al llegar yo a casa.

-Está bien, aunque todavía tengo que trabajar uno o dos días más allí -respondí.

-Eres un sol, siempre trabajando tanto... -me dijo sonriendo-. Además, el trabajo te sienta muy bien, estás fuerte y guapo.

Yo sonreí y me ruboricé un poco ante aquellos halagos tan propios de una tía. La verdad es que no se podía decir que yo fuera un alfeñique, ya que medía 1'78, era de complexión más bien fuerte ( con marcados músculos, sobre todo en los muslos, los antebrazos y el abdomen ) y no tenía una cara desagradable. Algunas mozas del pueblo me miraban de forma extraña, pero yo, a mis 17 años, no prestaba demasiada atención y no me daba cuenta de que les gustaba. Incluso la tendera a la que le compraba los sacos de legumbres me miraba de forma un tanto sospechosa.

Cuando entré en casa, mamá estaba preparando la cena y mi hermana Alicia estaba doblando la ropa de la última colada. Mamá me miró sonriendo y enseguida vino a darme un beso.

-¿Cómo te ha ido el día? -me preguntó.

-Bien, no ha ido mal -respondí.

-¿Acabarás pronto con aquello?

-Sí, mañana o pasado -dije.

La casa de campo

miércoles, marzo 06, 2013
Posted by skaidan2304
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He decidido unir mis dos blogs activos que tenia hasta el momento...
TODOS los posts de este blog han sido movidos al nuevo blog, y puedes revisarlos aqui... http://skaidan.blogspot.com/

Actualizen sus Marcadores...
Saludos

Juntos pero no revueltos...

domingo, septiembre 21, 2008
Posted by skaidan2304
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